domingo, 19 de enero de 2014


Ligero levanto el cuerpo y detengo mis dedos, los brazos ya son firmes y están saliendo plumas en los hombros; tres minutos dura el apagón del foco de mi calle, dejando que su luz indudable quede reflejada en el pasillo de inquietud., sonrío y miro mi sombra, la música a veces hace mover mi cabeza de lado a lado, como un reloj tictac; solo dura tres minutos el apagón -recuerda que solo dura tres minutos el apagón,
La vuelta se da cuando los tres minutos llegan a mi patio, los pastelones que se hunden con cada paso que  doy, mientras escucho los pájaros nocturnos que enfrían el cuerpo, solo la piel.
Fije mis pupilas en la imaginaria cara de la que tanto se habla, hay veces que esa cara es triste otras feliz. Su luz  bañando mi piel, el aire limpio después de la lluvia de verano... puede que mi voz sea tan pequeña que hace eco en uno de sus cráteres, revotando eternamente hasta otro grito de película en blanco y negro; tres minutos.


 En su cien por ciento de luminosidad es cuando el sentir se apodera del acto ridículo de compartir la importancia de aquel suceso, tan imaginario que llega a ser increíble, pero cuatro pupilas estarán seguras fijamente seguras fundidas en cualquier cráter, pidiendo cualquier cosa dejando ecos o tan solo el silencio perfecto, desde mi patio tengo tres minutos, solo tres minutos.  

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